En la CFT Magazine del año pasado, varios artículos hablaban del «tiempo dedicado en la empresa» y de la «pasión»» que cada persona de CFT Group pone en estar presente y activo en su departamento.
Es fácil ver cómo, durante los últimos meses de la pandemia del Coronavirus, todas nuestras rutinas, nuestras piedras angulares, nuestras certezas laborales (y no laborales) han sido puestas a prueba dentro de un escenario que nos ha sacudido a todos, que nos ha obligado a ponernos completamente en juego. Para muchos de nosotros, la presencia física en la empresa casi ha desaparecido y hemos tenido que aprender nuevas herramientas y formas de hacer mejor nuestro trabajo.
El Coronavirus no solo ha sido una emergencia sanitaria mundial. En nuestra experiencia cotidiana, también ha sido un importante motor de cambio que ha transformado radicalmente el comportamiento individual y social. Cada uno de nosotros se ha visto obligado a aceptar condiciones de trabajo diferentes, aislamiento social, formas distintas de relacionarse, nuevos comportamientos de compra, gestión familiar y ocupación del tiempo libre.
En cuanto al trabajo, ¿qué ha supuesto?
Lugares e identidad social
El sociólogo alemán Ferdinand Tönnies distinguía los grupos sociales en dos grandes categorías: sociedad y comunidad.
La sociedad se basa en lazos débiles: un conjunto de individuos que se reúnen por razones ocasionales o instrumentales —por ejemplo, la compra de bienes, la prestación de servicios— y acuerdan regirse por una serie de principios comunes. Por eso, las relaciones entre los sujetos no tienen que ver con las distintas individualidades, sino solo con su rendimiento.
En cambio, las unidades familiares, los grupos de amigos, las asociaciones deportivas y, sí, incluso las entidades corporativas, se constituyen como comunidades.
Lo que crea comunidades son lazos fuertes: de sangre (familia y parentesco), afectivos (relaciones) y de lugar (compartir espacios). En la base de la comunidad tenemos una relación mutua sentida por los participantes y fundada en una convivencia duradera, íntima y exclusiva. El resultado es un vínculo que hace que los miembros se parezcan entre sí y crea una unión permanente.
Como explica la psicología social, el concepto de comunidad está estrechamente ligado al de lugar, y recientemente el matrimonio Moser (galardonado con el Premio Nobel de Medicina) ha comprendido por qué: nuestro cerebro tiene la capacidad innata de reconocer los lugares físicos y las personas que hay en ellos. De hecho, tenemos varias neuronas que pueden reconocer inmediatamente tanto los límites que nos rodean (células de lugar y células de cuadrícula) como la posición de otras personas dentro de ellos (células de posición social).
Esta capacidad desempeña un papel central en el funcionamiento de nuestra memoria, sobre todo la autobiográfica, porque utiliza los lugares para construir nuestra identidad social. Somos trabajadores porque vamos a trabajar, somos estudiantes porque vamos a la escuela, somos hinchas porque vamos al estadio, somos pacientes porque estamos en el hospital, etcétera.
Lo que muchos de nosotros hemos descubierto por nuestra cuenta es que no vivir en el lugar de trabajo dificulta la creación de un sentimiento de comunidad. Pensad, por ejemplo, en las videoconferencias: no hay duda de que no es lo mismo hablar con un compañero de trabajo por Teams que charlar con él tomando un café.
Teams, Zoom, Meet no son lugares y no activan neuronas espaciales.
Sin lugares, nuestra memoria autobiográfica no se actualiza, lo que nos deja con la sensación de que pasamos muchos días siempre igual, debilitando la sensación de formar parte de una misma comunidad.
Afrontar el cambio
Somos personas con necesidad de evolucionar. En un entorno en constante cambio, perder el desafío del cambio significa aferrarse a viejos patrones mentales que ya no funcionan, alimentando los miedos y la frustración en las distintas áreas que caracterizan nuestras vidas.
Los esquemas mentales adquiridos a lo largo de los años aportan seguridad y lo hacen independientemente de su eficacia. Cuestionarlos es desprenderse de cierta seguridad a la espera de consolidar nuevos patrones más funcionales a nuestros objetivos.
El primer paso es la concienciación: ¿cuántas veces hemos oído la frase «el primer paso para resolver un problema es darse cuenta de que existe un problema»? Es el momento de abrazar la sensación de pérdida y desorientación que estamos experimentando, buscando nuevos puntos fijos y reformulando lo que entendemos como el significado de comunidad.
Esta es la intención que ha acompañado a CFT Group en los últimos meses y que seguiremos persiguiendo en 2021.
Las actividades de RRHH en este nuevo contexto
Para ello, el Departamento de RRHH experimentó en 2020 un proceso de evolución constante con vistas a mejorar sus funciones. Con el objetivo primordial de ofrecer una gestión integral de los empleados, se está estructurando cada vez más como una función del Grupo que presta apoyo a todas las filiales en lo que respecta a los aspectos de administración, organización y desarrollo del personal.
Se adoptaron nuevos métodos, nuevos programas, nuevos enfoques para las nuevas necesidades identificadas. Desde el importante esfuerzo que supone el registro inteligente de la asistencia al trabajo, pasando por la gestión de los desplazamientos por parte de la función Travel, hasta el cuidado del protocolo de seguridad.
La formación está migrando del aprendizaje presencial al digital, manteniendo al mismo tiempo un alto grado de compromiso por parte de los participantes. Las actividades de comunicación se han reforzado con la colaboración del departamento de marketing,
como las guías Smart, LinkedIn y la reorganización de la página web de la empresa.
Nuestro mejor deseo para 2021 es aprovechar los cambios que se están produciendo como una gran oportunidad de crecimiento. Hagámoslo todos juntos como comunidad.